domingo, 30 de octubre de 2011

Como lluvia que cae.


Caemos, y volvemos a caer, en un ciclo.
Los sentimientos se agolpan.
Las palabras salen como piedras de la boca de una montaña.
Y el corazón, duele.

Miles de metros hacia el cielo y sólo veo lluvia.
Miles de metros hacia el suelo, y sólo veo humanos.

Diferentes pensamientos, mismas realidades.

Pues sólo somos eso, realidades.
Realidades que caemos. En picado.
Para luego estrellarnos contra el mundo.

Intentamos mostrar nuestro interior, pero no sirve de nada.
Puesto que nadie quiere escucharte.
Nadie escucha.
Todo el mundo agolpa la comunicación.
Y florece la confusión, abriéndose paso en los corazones, como un parásito.
Los marchita.


¿Para qué hablar más? Todo está dicho.

Las luces están apagadas.
La lluvia cae.
Y nosotros caemos con ella.
Escuchando la melodía del fin.
Caemos.

Como lluvia que cae.
Y eso, es todo lo que hacemos, mientras intentamos vivir.

jueves, 20 de octubre de 2011

Espejos húmedos


Eso son.
Todo.
Nada.

No dicen nada.
Pero lo dicen todo...
Sólo para las personas que miren más allá.

Los hay grandes.
Los hay pequeños.
Los hay de sueños.
Los hay de piedra.
Los hay transparentes.
Los hay opacos...

Hablo de, los espejos del alma.
Los ojos.


Todos los hemos visto.
Todos los hemos observado,
e incluso, amado.
Todos nos hemos quedado
atónitos por su belleza.

Pero hay que ver más allá.
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Y entonces los vi. Eran sus ojos. Eran alargados y marrones. Me dio la impresión de que ella había pasado por situaciones muy duras, y esto había quedado reflejado, como grabado a fuego sobre su alma.
Sin embargo, daba la impresión de tener una personalidad fuerte y un carácter imperturbable.

Lo decían todo, sin decir nada.

Nos protegemos inútilmente del porvenir en nuestra coraza de tiempo y de soledad.
Inútilmente porque lo que aparentamos con nuestra fuerte coraza,
se desmorona cuando miras los ojos de alguien, cuando miras su interior.


        Porque no hay coraza que valga,
        cuando el espejo del alma habla.



sábado, 15 de octubre de 2011

Raíles oxidados.


Todo parece no conducir a nada.
A la nada.
Nada se mueve, se mantiene,
como una nube de lluvia, que deja las gotas caer.

Los raíles sobre los que camino parecen oxidados.
Oxidados, rotos, desgastados...
Pero han soportado el peso de trenes que iban de un lugar a otro.
Han observado cada segundo todo lo que les rodeaba.

Pero ahora, no saben cuál es el camino.
Han olvidado cómo hacer lo que hacían.
Se han olvidado de todo.
Y ya de nada sirve.

Y si un hombre tratara de arreglarlos, de nada serviría.
Y si miles de hombres trataran de arreglarlos, de nada serviría.
Porque el tiempo ya ha hecho su trabajo, y no hay vuelta atrás.

Porque estos lazos están heridos de muerte,
porque necesito una mente abierta para evitarlo.

Porque los trenes no circulan sobre raíles oxidados...
Porque la vida es un tren sin frenos.
Porque pasa por nuestros raíles de vida,
y a veces descarrila.

Porque estos lazos están heridos de muerte.
Porque nada ayuda ahora.
Sólo observar.

Observar y callar.
Ante las vías.

Raíles oxidados.

jueves, 13 de octubre de 2011

Trece.



Un reloj.
Un reloj veía.
Un reloj veía las horas pasar.

Como un reloj.
Las horas se convertían en recuerdos.
Los minutos en pasado.
Los segundos, en pérdidas.

Recuerdos. Todos ellos.
Agolpados en mi mente.
Agolpados en tú mente.

Y ya era hoy.
Era hoy.
No ayer. No hace un mes. No.

Un trece.
Un trece que,
al contrario de las mentes corrientes...

Vuela.
Duele.
Siente.
Ama.

Una gota de esperanza en este mundo, dentro de mi cabeza.
Eres tú.
Un trece.

Todo lo veía borroso.
La lluvia caía sobre mis mejillas, sobre tus labios.
Cada uno estaba lejos. Lejos.
Ninguno conocía la existencia del otro.
Pero se sentía. Las mentes coexistían...
Y todo lo que quiero darte, no te lo puedo dar.
Y todo lo que quiero escucharte, no te lo puedo quitar.
Y todo lo que quiero abrazarte, no te puedo abrazar.
Porque eso eres tú. Todo.

Un lejano día de octubre. Un trece.
Porque ese día nació mi esperanza.
Porque ese día nació mi ilusión.
Porque ese día nació mi amor.
Porque ese día, una parte de mí nació contigo.

Y ahora añoro tenerte aquí... Tal día como hoy.

Un trece.