miércoles, 27 de junio de 2012

Prender el mundo



Miedo.
Llanto.
La desesperación domina las calles.
La urbe que se alza ante mí, desaparece.
Caen los edificios, las casas, los negocios más pequeños,
y los que aún no se habían asentado.

Caen, en picado,
con gracia, de forma extrañamente irónica.
Los escombros en el suelo, demuestran la magnitud
de la catástrofe.

El suelo se estremecía,
añoraba y lloraba los días en los que de joven,
seguía con encanto las pisadas de quién fuera,
sin importar cuánto poseyera.

Añoraba y lloraba cuando podía sentir la brisa,
antes de que el gris matara al verde,
y cuando los más altos rascacielos eran las secuoyas.

En la estación,
el óxido parasitaba el viejo metal de los trenes abandonados
que en un día de tristeza vieron las vías por última vez.

La gente corría frente a mis ojos,
intentando evitar los desprendimientos para ponerse a salvo.

En la radio, sonaban los últimos acordes de "La Vie En Rose"
La maravillosa voz de Edith Piaf se alzaba por todo el panteón del horror,
en un contraste mágico.

A través de la vidriera,
el cielo color ceniza y un Sol rojo intenso,
dejaban ver el espectáculo.
La caída del mundo.
El fuego.
Las ruinas.

Sobre la hierba amarillenta, se alzaban cadáveres, tumbados.
Unos iban de traje y corbata, casi listos para un meeting político en aquel instante.
Más allá, otros presentaban el atuendo típico campestre,
una familia que había venido a la ciudad a vender patatas a un precio inhumano.

Todos estaban tumbados.
Sin dinero ni estatus político.
Sin diferencias, como iguales al fin.

Y mientras todo aquello se iba a la mierda,
yo, en la estación,
mirando a través de las imponentes vidrieras,
sonreía.


El mundo se estaba desprendiendo de sí mismo.
¿Quería el mundo realmente darnos una lección?
¿O simplemente estaba aburrido de dejar las cosas estar?
No.


El mundo había cambiado las tornas,
porque nos tragamos nuestro orgullo y dijimos sí ante el temor.

El mundo había cambiado las tornas,
porque nosotros mismos, un maldito día, decidimos prenderle fuego.




Cruce de caminos




Empieza lento el izquierdo,
le sigue perezoso el derecho.

Serie de movimientos reiterados,
que hacen de tu existencia, una vida.

Andares desgarbados,
inseguros,
pero siempre manteniendo
arrogancia, y una pizca de elegancia.

Lento caminar,
para nunca parar.

No importa el camino,
no importa la dirección o destino.

Lento caminar,
para nunca parar.

Hacernos súbditos del tiempo,
y de sus agujas milenarias
aprender el mundo.

Hacernos súbditos del viento,
y convertir su siempre fiel aire,
en costumbre.

Andar hasta el alba,
y hacer de cada segundo una historia,
un camino de recuerdos,
que se cruzan jocosos en la mente.

Seguir una serie de movimientos reiterados,
que hacen de tu vida, un camino...
que hacen de la vida, una historia.



(Imagen por pinkparis1233: http://browse.deviantart.com/?order=9&q=way&offset=0#/d17z12x)